Mientras los agoreros del desastre financiero vaticinaban una debacle económica tras la llegada de Gustavo Petro a la presidencia, el peso colombiano ha dado una lección magistral a los mercados. Contra todo pronóstico, la moneda nacional se ha fortalecido hasta convertirse en la más robusta de Latinoamérica, desafiando la omnipresencia del dólar y sembrando dudas sobre el futuro del hegemonía económica estadounidense en la región.
¿Cómo se explica este fenómeno que descoloca a los analistas más escépticos? Lejos de las recetas neoliberales que históricamente han estrangulado a las economías latinoamericanas, el gobierno de Petro ha apostado por una política económica que prioriza la inversión social, la diversificación productiva y la renegociación de tratados comerciales. Una estrategia audaz que, hasta el momento, está dando sus frutos.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Si bien el fortalecimiento del peso beneficia a los importadores y a los colombianos que reciben remesas del exterior, también genera preocupación en algunos sectores exportadores, que ven reducida su competitividad. Un desafío que el gobierno debe abordar con inteligencia y sensibilidad, buscando un equilibrio que beneficie al conjunto de la sociedad.
Expertos como José Antonio Ocampo, ex ministro de Hacienda, señalan que la valorización del peso es un reflejo de la confianza de los mercados en la estabilidad macroeconómica del país y en las políticas de transición energética impulsadas por el gobierno. Sin embargo, advierten que es fundamental mantener la prudencia fiscal y seguir trabajando en la diversificación de la economía para evitar una excesiva dependencia de los commodities.
En definitiva, el auge del peso colombiano es una bocanada de aire fresco para Latinoamérica, un ejemplo de que existen alternativas al dogma neoliberal y una invitación a repensar el papel de la región en la economía global. ¿Será este el inicio de una nueva era de prosperidad y autonomía para Colombia y sus vecinos?